Nala, Félix y Carlota
Acabábamos de superar un momento muy difícil después de despedirnos de Jara, nuestra querida pastor alemán a la que habíamos adoptado. Extrañábamos muchísimo a Jara y sentíamos un vacío enorme en nuestro hogar. Nos habíamos acostumbrado tanto a estar acompañados, a salir a pasear cada día... y eso lo echábamos tanto de menos...
Tras unos meses en los que nos permitimos sanar las heridas y recordar a Jara con alegria en vez de pena, decidimos que ya era hora de abrir nuestras puertas a una nueva compañera de aventuras. Fue entonces cuando apareció Nala, una pastor alemán llena de energía y locura que nos enamoró desde el primer momento en que la conocimos en aquella granja de Órdenes. En febrero de 2022, Nala llegó a nuestras vidas, trayendo consigo un montón de alegría y amor, y algún que otro quebradero de cabeza con sus travesuras de cachorra de tamaño XL.
Desde el primer momento, Nala se ganó nuestros corazones con sus peculiaridades únicas y sus ocurrencias, como la forma en que se sienta en el sofá como una señorita, cómo se coloca sobre dos patas en todas las camas que pilla, o cómo le pesa la cabeza cada dos segundos y no para de buscar sitios donde apoyarla.
Adaptarse a la vida con Nala no fue un camino de rosas, para qué engañarse, sobre todo teniendo en cuenta que la vida en la ciudad no es lo mismo que en una granja. Aunque ella ha vivido siempre la mar de feliz, la gran cantidad de perros que hay en la zona en la que vivimos y las pocas zonas cercanas que hay para que Nala pudiera correr de forma libre (algo que adora) era bastante complicado. Era y sigue siendo una perra súper activa y, además, un pastor alemán, por lo que poco a poco Félix y yo encontramos la manera de que Nala pudiera jugar libremente sin ningún tipo de miedo. Cuando descubrimos la existencia del collar GPS Kolyy, se nos abrió una luz en el cielo. Gracias a él pudimos resolver varios de los problemas que teníamos: por un lado, gracias al rastreador de actividad conseguimos entenderla mejor y adaptarnos a sus necesidades, pudiendo proporcionarle la actividad necesaria que necesitaba para su raza y edad y no sentirnos mal pensando que la perra estaba todo el día aburrida y durmiendo; por otro lado, Nala podría correr tanto con correa como suelta por rutas que fuimos encontrando sin tanta aglomeración de perros y gente, lo que cambió la forma en la que todos vivíamos los paseos y el deporte juntos. Hoy en día, gracias a haber encontrado el collar, Félix, Nala y yo tenemos una vida más tranquila y un vínculo muy reforzado gracias a la tranquilidad que hemos conseguido con Kolyy y disfrutamos de cada momento al máximo. Ahora nos atrevemos a todo, ya sea explorando rutas nuevas, en la playa o donde sea, pero también podemos relajarnos en casa sin miedo a no saber darle a Nala su dosis de locura diaria. La paz y la calma que compartimos como manada era un objetivo que a veces parecía imposible, pero que se ha hecho realidad.