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Limón y Carla

Limón llegó a mi vida hace más de 5 años, siendo un cachorrito de podenco descartado de la caza y dejado en una caja en la puerta de un veterinario en Almería. Gracias a Nueva Vida Adopciones, acabó conmigo en Madrid. Siempre he convivido con animales, desde pequeña, entre perros y caballos, pero desde que adopté a Limón, supe que era diferente.

Limón es independiente y terco, un “perro de muchas opiniones”, pero también noble y cariñoso. Aunque no es un perro difícil, en el campo se vuelve un torbellino con audición selectiva. Por eso, cuando conocí Kolyy, supe que sería ideal para cuidar de él en caso de emergencia. Con Limón aprendí muchísimo sobre educación canina, especialmente para hacer nuestros paseos más seguros. Y, aunque aún trabajamos en ello, el esfuerzo ha valido la pena.

Hacemos todo juntos. Los fines de semana los pasamos en el campo, y entre semana es un perro urbano que me acompaña a cualquier lugar. Al viajar, siempre viene conmigo. Le encanta el agua: en playas o ríos, nada sin que nadie lo llame, y luego galopa por la orilla levantando agua y caos.

Limón se convirtió en el compañero que necesitaba. Solo con mirarlo sé que está a mi lado, en las buenas y en las malas. Es mi amigo fiel y mi cómplice en esta etapa de mi vida. Dicen que los perros que llegan en los 20 siempre se recuerdan, y ahora, en mis 30, espero que nos queden muchos años para seguir juntos y crear más recuerdos.